Entrevista The Clinic

Ramón Griffero, dramaturgo: “Todos, incluso yo, tenemos el germen del mal”

Por Macarena Gallo

30 de Noviembre, 2016

En plena dictadura, en el año ’86, Ramón Griffero estrenó bajo estado de sitio “99- La Morgue” en el mítico Trolley. Era la última parte de su trilogía que comenzó con Historia de un galpón abandonado y siguió con Cinema-Utoppia. La pieza era la primera que ponía en escena el tema de los detenidos desaparecidos y recreaba los últimos días de la dictadura pensando también en el futuro que se avecinaba. Treinta años después, Griffero la vuelve a reestrenar con elenco nuevo y con la perspectiva que da el tiempo. Hablamos con el dramaturgo de la vigencia de su obra, pero también del fin de las utopías y su visión de la izquierda actual.

¿Por qué quisiste reestrenar la obra 99-La Morgue luego de 30 años? -Las obras de teatro eternamente, desde los griegos, se remontan. La obra, más allá de la coyuntura, se ha transformado en una tragedia contemporánea chilena y de lo que sucede en el planeta porque las tiranías existen desde siempre.

¿Cómo llega la obra a la actualidad? -La obra sigue vigente, primero porque los detenidos desaparecidos aún no han aparecido. Y además la justicia tampoco llegó.

Fue en la medida de lo posible. -Sí. Aquí se trata de juzgar todo, como si fuesen hechos individuales, cuando hay una institución detrás, como es el Ejército, que mató y torturó durante 17 años. Lo lógico, pero imposible, es que sacaran a todo ese Ejército, pero se le rinde honores. Aquí nunca se hizo justicia con los altos mandos. ¿El general Matthei ha sido juzgado? No. La Junta Militar no fue juzgada.

Labbé quedó libre por 50 lucas. -Sí. Y los ministros que avalaban la dictadura fueron senadores y no se les hizo siquiera un juicio político.

¿Crees que a la Nueva Mayoría le faltó atreverse? -Más que miedo, fue más importante tener el poder que realizar acciones. Quizá pensaban que cualquier acción podía menoscabar su poder. Que hayan ido a rendirle pleitesía a Pinochet en Londres, como lo hizo Insulza, para que le devuelvan al dictador, es la gran hipocresía de la Concertación. Otro ejemplo es que el gran memorial de los detenidos desaparecidos, que debiera estar en Plaza Italia, lo tienen en un cementerio, casi como un muerto más.

99-La Morgue fue la primera obra que habló de los detenidos desaparecidos en dictadura. Debe haber sido bien riesgoso montarla. -Sí. Fue un riesgo que tomé yo y todos los actores. Tampoco nadie quería arriesgarse a mostrarla. El contexto era peludo. Había sido el atentado a Pinochet, estábamos en estado de sitio y había vuelto la dureza. Y fuimos allanados, amenazados, pero lo normal para la época. Pero mi objetivo era mostrarla en Chile. Yo había estado exiliado diez años en Bélgica, donde estudié Cine y Teatro, y las obras que presenté allá eran actos de resistencia contra lo que estaba viviendo mi país. Entonces, tenía que mostrarlas acá, como parte de una trilogía sobre Chile, que empieza con Historia del galpón abandonado, en el que estamos inmersos en un país dominado por gente sádica y perversa, y luego sigue con Cinema-Utoppia donde Chile es un cine, donde nuestros antepasados en los años 40 ven una película de lo que sucede en los ’80 sin entenderlo. Y termina la trilogía con 99 La Morgue ya en el año ’86 cuando el país se ha transformado en una morgue. Y, con el tiempo, uno se da cuenta de que la obra se ha transformado en parte de una memoria de un país. Han pasado varias anécdotas.

¿Cómo qué? -Ha llegado gente que vio la obra hace treinta años y que ha vuelto ahora, que me ha dicho: “¿No te acuerdas cuando te pasé mi carnet y mi número de teléfono en caso que me pasara algo tú llamaras a mi familia?” Hay otros que me dicen: “Hace treinta años, iba caminando a ver la obra, pero vi un jeep con militares y me devolví, y me sentí tan cobarde, pero ahora vengo con mi hijo sin miedo”.

CADETE

Hablas del mundo militar. Entiendo que fuiste cadete de la Escuela Militar. Cuesta imaginarte en ese mundo. -Sí, un año, mucho antes del Golpe. Yo había pasado por muchos colegios y tenía que dar la PAA. En ese tiempo las universidades eran públicas, pero reducidas, así que costaba mucho entrar… Pensé que estando en la Escuela Militar, estaría obligado a concentrarme y estudiar para poder entrar a Sociología que era lo que quería. Así que entré.

¿Con qué te encontraste? -Estuve en una época mucho más liberal donde recién salía el general Schneider como director de la Escuela Militar. De hecho, se vendía El Siglo y Punto Final en los quioscos de la escuela. Habían profesores de izquierda. Es bien loca la diferencia. De hecho, hice una primera puesta en escena ahí para una olimpíada. A todos los cadetes les puse un longplay arriba de los penachos, y los forré en plástico, para que desfilaran con la música de I can’t get no satisfaction. Imagínate que pude hacer hacer una performance. Hoy sería imposible. Pero me encontré con otro mundo que no me gustó.

¿Qué pasó? -Me tocó presenciar la degradación de dos cadetes de manera pública. Les pegaron, porque los habían descubierto juntos en el camarote. La reacción fue de una violencia increíble. Eso me chocó.

Es una institución hasta hoy homofóbica. -Claro. Después percibí de que realmente funcionaba como una máquina de lavar cerebros para que estés dispuesto a obedecer y asesinar. Me acuerdo haberle dicho a uno de mis tenientes, que después fue conocido como el nazi Manríquez, un gran torturador, que le metía a los presos tubos hirviendo por el ano: “Si usted me manda a matar a mi mamá, ¿la tengo que matar o no?” Y la respuesta fue sí, porque no podías desobedecer. Finalmente no es culpa del Ejército, si no de una sociedad que cree necesitar un ejército. Es una paradoja del ser humano, porque el quinto mandamiento dice «no matarás» y los sacerdotes bendicen los tanques y portaaviones destinados a asesinar otros seres humanos. Lo más triste es que el lema Nunca Más es solamente un deseo de Miss Universo. Pareciera que siempre es más. Se piensa que con una cárcel se van a impedir femicidios o asesinatos cuando son parte de la estructura del ser humano. Se va a seguir matando, se va a seguir robando. Lo que hay que hacer es esperar a que lleguen los extraterrestres y nos cambien el ADN.

MORIR POR LA PATRIA

Dices que el arte político ya no existe. ¿Por qué? -Porque el arte político significa ser telonero de una ideología que ya no existe. Los partidos de nuestra clase política, tan soberbia y desprestigiada, tienen nombre de utopías inexistentes que fracasaron. ¿El PC quiere hacer comunismo de nuevo? ¿El PS quiere hacer el socialismo? Si es así, como dicen, suena imposible. Es volver al siglo pasado. Estamos desfasados en partidos que tienen nombres de utopías, pero que no están ni siquiera en relación con ellas.

Has dicho que ahora resultaría extraño que alguien se inmolara por el PPD, por ejemplo. -No digamos que la gente tenga que morir por algo. Pero es un reflejo de cambio de espíritu de época. La idea de morir por una pasión, que se transformaba en real, es algo que hoy habría que ser muy leso para hacerlo. Ni morir por la patria, ni morir por la religión, ni morir por un ideal. Está bien, pero refleja que a la gente no le están entregando pasión ni sentido de vida. Antes la política hablaba del amor, la muerte, la felicidad, los deseos, las pulsaciones del futuro. Hoy se alejó de lo esencial del ser humano.

Los políticos ni siquiera son grandes oradores, como lo era Allende. -Son tecnócratas de la política. Como el objetivo final es administrar algo para sacar beneficios propios, es difícil que se pongan a armar grandes discursos. Por otro lado, todo está siendo coherente con la economía de mercado. Nada sorprende. Que los presidentes sean empresarios en Argentina, en Perú, o Estados Unidos, es totalmente coherente. Estamos en un mundo donde son ejecutivos los que administran un país. Hay que asumir que si gana Trump es porque la gente se siente identificada con eso. El problema no es que haya salido, es qué construyó esa sociedad para que la gente piense como Trump. Todo es orgánico.

¿Cómo así? -Es orgánico que la derecha gobierne cuando ellos fueron los que crearon este sistema neoliberal. Lo que no es orgánico es que sea el PS que esté administrando el poder, algo que va aparentemente contra sus principios. Lo único que podemos proponer ahora son cambios y reformas al sistema que existe, y desde ahí transformarlo. Porque tampoco hay una opción de otro sistema, donde se te diga que en ese otro estarás más cómodo, porque todos los otros que se propusieron fracasaron. Y están a la vuelta de la esquina. Entonces, en realidad, la «paz social» del neoliberalismo se vuelve más preferible a la incertidumbre o el caos de algo que aun nadie ha propuesto.

¿Cómo te defines políticamente? -En los ’70 era del Frente de Estudiantes Revolucionarios, ligado al MIR, cuando estudiaba sociología. Ahora apoyo los planteamientos de RD.

A los “Mapu con Iphone”, como los llamó Óscar Contardo. -Su opinión es válida como la de cualquier persona. Pero no me parece relevante una descalificación de tipo farándula política.

¿Por qué apoyas a RD? -Finalmente, la otra clase política demostró que no fue capaz de realizar lo que tenía que realizar. Es muy paradojal. Chile es un país muy pequeño, somos tan pocos, y que no hayan sido capaces, con tanta riqueza, de entregarle un bienestar parejo a todos, da cuenta de una pésima administración. De todas maneras, soy escéptico. Creo que hay una condición de la especie humana que le impide realizar sus deseos, y que vivimos una continua búsqueda del paraíso. Y, bueno, hay que hacer esos esfuerzos más allá de que nunca nadie los vea. Se suponía que el paraíso del comunismo iba a estar después de que te murieras…Pero hoy la gente no quiere paraíso para después de muertos, sino que ahora.

¿Tú también quieres el paraíso ahora? -Me interesa ver las cosas mientras estoy vivo y no hacer todo el sacrificio para un futuro lejano prometido. Porque ese ha sido el eterno engaño. A la gente le han prometido un futuro ilusorio que nunca llegará. ¿Cuba cuánto tiempo estuvo prometiendo un comunismo inexistente? Rusia prometió un comunismo para los hijos de los hijos. El cristianismo todavía sigue prometiendo el mundo en que nos amaremos los unos a los otros. El hombre siempre está en un continuo deseo de querer mejorar su sociedad, de oponerse a sistemas que no son los que desea, pero finalmente caemos en que aquellos que tienen que hacer los cambios son seres humanos. Y, lamentablemente, siempre hay seres humanos de cualquier lado que sea -mapuche, norteamericano, chileno, gay, etcétera- que son ladrones, asesinos, codiciosos. Y todos, incluso yo, tenemos el germen del mal. Como dijo una vez un taxista cubano: mira, chico, el problema de la revolución es que la tenemos que hacer nosotros los cubanos. Qué está diciendo: lo tiene que hacer el ser humano, por lo tanto siempre aparecerán las imperfecciones…

A ver… – Todo lo que decimos se contrapone con la realidad. Es cosa de ver nuestros monumentos en las calles principales, son para los asesinos. El del General Baquedano, por ejemplo, quien fue a matar peruanos. Hay una paradoja del ser humano contra la cual uno está en batalla constante.

ALCALDE

En el 2008, quisiste ser candidato a alcalde por Santiago. -Sí, pero me di cuenta que los ciudadanos no podemos ser candidatos. El sistema político te impone que juntes firmas de las personas que votaron en el lugar donde quieres estar, que esas firmas sean miles, que esa gente vaya a inscribirse a una notaría en horario de oficina. Puras trabas. Obviamente, mi precandidatura fue muy boicoteada. Era la primera vez que aparecía, de cierta manera, una disidencia. Me decían: si te presentas harás que la derecha salga y que pierda Ravinet, imagínate. Ahora nos damos cuenta que daba lo mismo votar por ellos, y que hemos pagado mandas infructuosamente sin sentido.

¿Por qué querías ser alcalde? -Para mostrar que la administración de una ciudad no va solo del lado económico sino que también puede ser una administración cultural.

¿Cómo lo hizo Carolina Tohá? -No vi ni un cambio. Y que esté vinculada a su partido al yerno de Pinochet le jugó en contra. Si hay gente metida en partidos, donde se ve que el financiamiento está corriendo por el yerno de Pinochet, no entiendo por qué no se retiran. Si no lo hacen, es porque prefieren el poder y hacer vista ciega. Y, a nivel cultural, el Teatro Municipal estuvo 33 años bajo el mando de alguien elegido por la dictadura y cuando se fue no hizo concurso público para su renovación. Desde ese lugar no encuentro que haya hecho un cambio tan radical. Cuando caminaba por la calle, no sabía si estaba en una comuna de Zalaquett o de la Tohá.

La izquierda ha perdido muchos votantes. -La izquierda ha dejado de ser la izquierda. No sé qué nombre habría que ponerle ahora. No son claras sus propuestas. Lo único claro, con todos los escándalos, es que su único interés es poder y mantener gente apitutada.

¿Cómo lo ha hecho Bachelet? -La gente dejó de creer en sus discursos, porque vio que eran ficciones. Los hechos demostraron que había una separación muy grande entre el discurso y lo que sucedía. No hay nada más espantoso, por decir horripilante, cuando la clase política dice en televisión: “Yo estoy aquí por vocación pública”. Nadie cree eso, por favor.

¿Cómo se podría reconstruir esta izquierda tan viciada? -Yo apuesto a las nuevas generaciones. Creo en una política que recupere sus valores y se democratice. Y que uno sienta que no es un candidato impuesto ni el mal menor. Todo partido aparece viciado por el solo hecho de ser partido. El daño institucional que se ha hecho es inmenso.

¿Le compras a Lagos? -En realidad, no le compro a nadie de la clase política existente. Si tuviera que votar por Lagos o Piñera, no voto por ninguno, no estoy por pagarle mandas a nadie.

¿Y Guillier? -Dime con quién andas y te diré quien eres. Es un candidato que surge del mismo conglomerado. Es un proyecto de renovación interna de algo que ya está muy desacreditado. Es mucho más profundo que escoger entre estos personajes, tiene que haber una reestructuración profunda de la democracia. Los escándalos de los últimos años ya nos tienen agobiados. La ira y el desenfado se acumulan. Antes la palabra sinvergüenza era grave, ahora incluso se defiende. 99- La Morgue termina con la pregunta: qué harán los que vendrán, mamá. Y es triste ver que tanta gente murió para obtener esta democracia. Y es denigrante la actitud de la clase política frente a todos ellos. Hubo gente que dio su vida por querer algo diferente a una dictadura. Y que los mismos partidos, donde los mismos militantes fallecieron, no hayan respondido a ese legado, es muy triste.

¿Algo más que agregar? -Todas estas constataciones, que aparentemente son negativas, por otro lado son maravillosas. Al quebrarse el espejo se permite que se abran espacios para que puedan reconstruirse desde otros lugares los deseos.

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