“99 LA MORGUE” Y EL LENGUAJE GRIFFERIANO

Por : Gisela LópezComment: 1Tag: Obra 99 La Morgue, Paulina Urrutia

Cuéntanos de esta obra que Ramón Griffero ya había estrenado años antes..

Ramón la estrenó en el ’86, hace exactamente 30 años. Es una obra que pertenece a una trilogía y que parte con “Historias de un galpón abandonado”, continúa con “Cinema Utoppia” donde tuve la oportunidad de hacer el remontaje el año 2000 – a 15 años de su estreno- y la que continúa es “99 La Morgue”.

De esas tres obras yo vi “Cinema Utoppia”, vestida de escolar en el Trolley en esa época y no había visto –salvo en la escuela de teatro- que se estudia La Morgue.

Yo tenía unos recuerdos –porque no hay video de toda la obra sino que de algunos momentos de la obra- y la tenía grabadísima. Estéticamente es una obra que no se te olvida y es casi un guion cinematográfico.

Ramón venía recién llegando de Bélgica, donde estudió cine, él es sociólogo, y la verdad es que el lenguaje es lo que impacta hoy día. Uno ve la obra y especialmente la gente joven no logra entender que esto se haya hecho el año ’86.

La ven como una obra absolutamente contemporánea y en términos de lenguaje obviamente es muy cercana, porque hoy día nosotros tenemos generaciones que son absolutamente audiovisuales.

En la obra hay un rewind que nosotros hacemos y la gente nos decía “sí, pero esa parte es de ahora”. Le contestábamos “no, cómo va a hacer de ahora, hoy día ya no hay rewind, eso lo hacías con cassettes que hacía “reewinnn” o la cintas que hacían “glugluuuu”. Está en el ADN de la gente.

Tanto el lenguaje como el ejercicio de la memoria que tiene la obra es impresionante.

¿Es posible entenderla sin haber visto las otras obras de la trilogía?

Absolutamente. Esto tiene que ver con un tipo de dramaturgia que termina Ramón con “Río Abajo”, que son obras que su dramaturgia surge desde los lugares. Los personajes hablan desde un lugar que en este caso es la morgue, y que es una metáfora de lo que ocurrió en el país en esos días.

Para Ramón, Chile es visto como una gran morgue.

¿El discurso de la obra se puede aplicar al Chile del 2016?

Nunca dejaría de decir que esa obra es un ejercicio político de memoria. Porque refleja de una manera muy valiente, insospechadamente valiente, la resistencia cultural que había en esa época.

El tipo de obra que se hacía, lo que se decía, cómo se decía. Y al mismo tiempo es profundamente actual en un país que requiere recobrar sentido, que necesita rearmarse, restructurarse y que para hacer eso es fundamental la historia.

Primero para no repetir los dolores más grandes que ha sufrido esta tierra y fundamentalmente para devolverle la dignidad a este país.

La democracia por la que se peleó y por la que muchos perdieron la vida. Hacer una política digna, con esperanza, con futuro, con visión de servicio público.

Lo más bello que tiene la obra es un país lleno de pasión, de esperanza y fe en el futuro. Los valores son clarísimos.

Hoy día, en un país con poco sentido, poco respeto, escasa dignidad, es un ejercicio de memoria que te conmueve y que te convoca para decir “madre mía”, este país vivió lo peor y fue capaz de pararse para construir otro país.

Y además es una obra visionaria.

¿Te hace pensar en qué terminamos?

Tiene registrado el final de la dictadura, obviamente con el lenguaje grifferiano que está lleno de imágenes. Y la obra termina diciendo “qué harán los que vendrán”, “qué haremos con tanta tierra libre”.

Es impactante, se te paran los pelos y eso fue escrito el año ’86 y es como si fuera una pregunta actual.

¿Cómo se desarrolla en términos argumentales?

Es una vorágine de escenas que se van construyendo. Tiene un personaje principal muy grifferiano, existencialista, es un personaje que parte la obra estando inserto en una realidad. Es un funcionario de la morgue que le gusta el arte y que pinta.

Y lo que va ocurriendo es que él comienza a tener dudas porque los informes de autopsia comienzan a repetirse, son siempre accidentes, siempre ahogados y hay un personaje permanente que es una madre que va a buscar a su hija a la morgue, cómo ocurría con miles de casos en este país, esperando hasta que se le informa que su hija tuvo un terrible accidente asfixia por inmersión.

Entonces la madre dice “pero si mi hija esa mañana no iba a nadar, no”, y entonces lo que ocurre con el personaje principal es que capitaliza en si mismo y hace acervo de lo que ocurre en el país.

Y termina como todos los personajes de Griffero en una extrema lucidez que es vista en su entorno como locura. Y es muy bonito porque su partner permanente es un detenido desaparecido que lo va acompañando en el develamiento de la realidad.

Todo esto que uno dice “que espantoso” está hecho magistralmente porque es una obra muy bella y que está llena de aire, de vida, de pasión y que se traslada a estos tiempos.

¿Cómo ha sido la reacción del público?

Es bella. Todo el mundo que va a verla se queda impactado, primero por el trabajo de Javiera que hizo verdaderamente algo monumental, es una morgue abandonada, deteriorada, es como la muerte. Llena de espacios y cosas que van apareciendo. Permitiendo que confluya el imaginario grifferiano, donde cohabitan vivos y muertos, donde no hay nadie tan vivo ni nadie tan muerto que no pueda estar en un mismo plano de realidad.

Es una obra rapidísima, que pasa llena de emociones, de la alegría máxima, que no se pregunta sólo por el futuro sino por lo que estaban viviendo, “qué pensarán aquellos que lucharon en La Colonia por esta tierra, desde Bernardo O’Higgins hasta las hermanitas Álvarez en plena Colonia”. Es una imaginería que es verdaderamente una película hecha con la magia del teatro.

Ramón además la presenta y cuenta en qué contexto fue hecha y el público va haciendo el ejercicio “es el ’86 y cómo…”, es la gente con su propia memoria la que completa el discurso.

Es un orgullo estar trabajando en esa obra, a mí me ha devuelto sentido para mi propia vida, es un verdadero regalo.

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