VIVE EL TEATRO

«El teatro chileno está considerado en el mejor nivel del teatro occidental»
Especiales «La Tercera» 2002

El destacado creador ha vivido la evolución de las artes escénicas nacionales desde las presentaciones clandestinas de los ’80 hasta nuestros días, donde el teatro se sitúa como una de las principales actividades culturales del país con más de 500 montajes al año.

De estatura baja, pero gran talento, Ramón Griffero Sánchez hace un alto en sus actividades académicas, que lo tienen evaluando los montajes de egreso de sus alumnos, para conversar sobre su mayor pasión: el teatro.

El sociólogo de 47 años, hijo de José Griffero y Gabriela Sánchez, es sin duda todo un referente para la cultura teatral. Cuenta con más de 14 obras escritas entre las que destacan «Historias de un Galpón Abandonado» (1984), «La Morgue» (1987-1989), «Río Abajo» (1995), «Sebastopol» (1998) y la popular Cinema-Utoppia (1985-2000) que en su reestreno convocó a más de 150 mil espectadores.

Sus textos dramáticos han trascendido el ámbito nacional. Varios de ellos han sido traducidos al francés, portugués, inglés, alemán e incluso al árabe.
En 1999, Griffero recibió uno de los reconocimientos más importantes, el premio «Loth» en El Cairo, por «su contribución al desarrollo del teatro Contemporáneo mundial».

Auge del teatro nacional

– ¿Es mito o realidad que el teatro nacional está en auge?
– Es una realidad. Cuando estaba haciendo una obra en los ’80, era el único dramaturgo joven que existía en el país. Hoy la «Asociación de Dramaturgos Jóvenes» tiene más de 90 socios. Eso demuestra que hacer teatro bajo dictadura significaba un riesgo y un desafío. Las nuevas generaciones de esa época, no tenían ni los espacios ni los elementos para asumir una situación de teatro-clandestino.

Cuando llega la democracia se hace pública la creación teatral y toda una generación que empieza a ver obras, se da cuenta que a través de ellas hay una forma de expresión. Consecuencia de esto hay un gran auge, una gran necesidad donde el medio teatral ha actuado como un verdadero cauce. Así se entiende que de dos escuelas tradicionales como «la Chile» y «la Católica», hoy existan diez con rango universitario, más tres o cuatro institutos. Aparecen escuelas de teatro en Concepción y Valparaíso, por lo que este fenómeno se extiende a regiones.

-Da la impresión que hay más oferta teatral.
-Toma en cuenta que cuando me llegan las listas de los premios «Altazor», tengo que escoger entre 140 montajes profesionales, estamos hablando de 140 directores -puede que se repitan algunos-, 140 escrituras dramáticas, con un promedio de tres actores por obra. Sumando son más de 500 actores sólo en el teatro profesional, porque según el Ministerio de Educación, se montan más de 400 obras de teatro aficionado al año. Es decir, el teatro es la primera actividad cultural del país.

Antes a un curso de dramaturgia llegaban tres obras. Hoy llegan 90. Efectivamente hay una gran energía social que ya no es una energía de élite, porque atraviesa todos los estratos y está metida en el arte escénico.

Todo se debe a que el teatro es la única parte en que se encuentran voces, espiritualidad o visiones diferentes. Los nuevos jóvenes en Chile han comprendido bien que sólo aquí se puede decir, «lo que no se dice».

Estamos viviendo un fenómeno, porque el teatro es un fenómeno que no se está produciendo en las otras áreas artísticas, como la música o las artes plásticas.

Televisión, globalización y mercado

-¿La televisión perjudica de alguna manera al teatro?
-Dentro de la cultura de la globalización, se está globalizando lo mediocre, no lo artístico. Vemos a los medios de comunicación como se transforman en portavoces globalizados, comentando lo que hizo la televisión. Hoy día el teatro importa en la medida que el actor que participa en la obra es un actor de televisión. En ese sentido, creo que los medios de comunicación en Chile cometieron el gran error de relacionarse con el mercado y no con la cultura.

-¿Entonces, qué esperas de la televisión?
-A ver, por ejemplo, «Cinema Utoppia», sobrepasó los 150 mil espectadores. Hay 200 mil personas que van al teatro al mes, la actividad está teniendo un eco enorme en la sociedad chilena. A pesar de ello, los medios de comunicación no acusan este fenómeno. Un partido Huachipato-Coquimbo con mil personas en las gradas se transmite cuatro horas por televisión y para una obra con 150 mil personas, no hay espacio para comunicar ese sentir social.

Yo no tenía idea quién era Harry Potter hasta que lo pusieron todo los días en la televisión. Cuando viene un grupo extranjero por ejemplo, los «Bailarines Celtas», los medios hacen tal campaña hacia esa cultura globalizada que obviamente logran 10 mil personas. Entonces te preguntas, ¿por qué esa energía no se invierte en difundir las creaciones nacionales cuando el teatro chileno está considerado en el alto nivel del teatro occidental?.

-¿Eso tiene relación con los «gustos» del mercado?
-Los medios de comunicación fomentan el llamado «teatro-mercado», que no es lo mismo que teatro comercial, porque «El Quijote de la Mancha» puede ser igual de comercial que «Corín Tellado». El «teatro de mercado» no se basa en un concepto artístico, más bien trata de responder la siguiente pregunta: «qué obra hacer para unirme a la tendencia del mercado». Así una obra de este tipo recibirá el apoyo de los medios de comunicación, porque también están sintonizados en la misma frecuencia. Indudablemente el teatro nacional está en auge, pero hay que diferenciar y tener cuidado, porque el público general tiene más conocimiento del teatro de mercado.

-¿Cómo «Sinverguenzas»?
-Claro, como los Sinverguenzas. Yo no puedo llevar «Cinema Utoppia» a «Venga Conmigo», porque es un atentado cultural poner una escena de mi obra en un set televisivo. No entro en ese juego por respeto a la cultura. A una «obra de mercado» le da lo mismo llevar un extracto, al «matinal». Entran en un juego que es decadente, porque un montaje tiene escenografía, luces, ambientación. La TV sólo puede servir para mostrar videos o transmitir extractos de la obra.

Teatro de los ’80 Y ’90

-¿Cuáles fueron las diferencias entre el teatro de los ’80 y de los ’90?
-En los ’80 se produce un gran quiebre artístico, que marca la creación de un teatro de identidad local. Es decir, se deja de fotocopiar teorías y obras extranjeras y se atreve a crear un lenguaje propio. Pasa de ser un teatro periférico a un teatro de centro, con su propia autoría. Eso lo posiciona.

Lo mejor que sucede en los ’80, es que nadie estaba preocupado, salvo la cultura de mercado, en saber quién era el dramaturgo de moda en París, Nueva York o Italia, porque ya hay una fuerza suficiente para generar una autoría.

Ese gran quiebre lo hace, «El Trolley», «El Teatro de Fin de Siglo», en mi elenco estaban Alfredo Castro, Rodrigo Pérez, Alejandro Trejos, todos personajes que generarán una corriente. En paralelo Andrés Pérez instala otro camino fuerte. En esta década hay un quiebre muy grande, que tiene eco hasta ahora.

-¿Y el teatro de los ’90?
-Es la difusión de ese teatro, porque antes no se hacía tan público. El teatro de los ’80 está alejado de los medios de comunicación por razones obvias, lo que en esa época era bueno, porque si no aparecía en Televisión Nacional la gente iba a ver la obra. Entonces, el teatro de los ’80 es conocido recién en los ’90. Acuérdate que los teatros universitarios están intervenidos militarmente, yo no podía hacer clases ni en la Chile ni en la Católica. Con la apertura democrática de los ’90, se dio una temporada en el «Teatro Nacional» en que todos dirigimos: Rodrigo Pérez, Alfredo Castro, Verónica García Huidobro y yo. En los ’90 se hace público el teatro «artístico clandestino» de los ’80 y es el gran referente para el movimiento artístico creacional hasta ahora.

-¿Cuáles crees que serán las temáticas del teatro de esta década?
-Lo que escriben los jóvenes, no es una cuestión de temáticas, sino de percepción. Los jóvenes pueden hablar de amor, pero desde otro lugar. Esos son los cambios que genera el tiempo, no es que aparezcan nuevas temáticas, sino que nuevas miradas sobre las relaciones humanas, las relaciones con los padres, el odio, la violencia. Eso es una gran aporte, porque la humanidad crece cuando se va abriendo a más comprensión sobre los temas eternos.

-¿Qué tan diferente es el público de los ’80 con el actual?
-Creo que hay dos espíritus de época que son como haber vivido en otra dimensión. Obviamente, el ’80 se vive en otro país y no sólo en otro país, en otro planeta.

-¿Qué diferencias detectas entre la gente que vio «Cinema Utoppia» el 85, con respecto a quienes lo vieron el año pasado?
-Alguien que iba a ver «Cinema Utoppia» en los ’80, primero iba a un teatro clandestino, tenía que irse antes del toque de queda, se moría de susto de escuchar cosas que solamente escuchaba ahí, llegaba con miedos, le bajaba una euforia terrible y se iba corriendo rápido para llegar a su casa.

El público de los noventa va feliz, entiende, no va con la angustia y cuando sale del teatro se va a tomar un copete, es bastante diferente. Por eso te digo que son incomparables, son dos dimensiones.

-¿Qué opinas de los festivales de teatro al aire libre?
– Bien. Todos estamos a favor de la masificación y divulgación del teatro, pero no estamos porque sólo se masifique un teatro con contenido de mercado, ese es el punto, no otro. La idea es que nos globalicemos lo más posible, pero que no se opte sólo por difundir lo que tiene más marketing, cuando los medios tienen 35 obras de teatro para escoger, por cartelera en un fin de semana.

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