NO ES LO MISMO FONDOS CONCURSABLES QUE POLÍTICA CULTURAL

Nancy Arancibia, La Nación, Domingo 1 de Mayo de 2005

Desde la trinchera de la creatividad y la propuesta permanente, este inquieto dramaturgo y director teatral se muestra preocupado por los destinos colectivos del país. ”Política cultural no es hacer concursos y la política que hay es hacer concursos”, advierte.

Ramón Griffero, dramaturgo y director teatral, denuncia censura en el arte, menos directa que en dictadura pero igual de dañina. Explica que se trata de una censura generada en la “no difusión” de las creaciones hacia el público, impidiendo que la sociedad conozca sus producciones y reconozca en ellas su identidad.

Sostiene que la falta de política para conservar y promover el patrimonio cultural del país puede provocar daños irreparables, tales como separar la historia de nuestra cultura o cortar la tradición. “Se impone la idea de que partimos siempre de cero. La cultura de mercado no se alimenta de la historia del país, se impone como consumo y parte todos los días”, dice. Sentencia que, para evitarlo, se requiere más que una “política de concursos” como la actual con los Fondart (Fondo Nacional de la Artes).

El director de ”Tus Deseos en Fragmentos” o de “Éxtasis o la senda de la santidad”, actualmente en cartelera, tiene la escena nacional clara y así la expone en la siguiente entrevista.

-Has asegurado varias veces que en el país se censura: ¿Por qué?

-Porque el arte vuelve a ser un espacio de censura en el Chile de hoy. Si todos los medios de comunicación masiva sólo difunden la cultura de mercado, la farándula u otra, ¿en qué espacio yo como dramaturgo, un artista visual, un compositor, puede plantear su discurso en la televisión chilena? ¿En qué programa? Nosotros decimos que no hay libertad de expresión porque no tenemos difusión. ¿Qué saco yo con tener la mejor obra si nadie sabe que existe? Todo el mundo sabe que existe Aviador (película norteamericana) porque tiene difusión. Si llegara a las salas nacionales sin difusión, no va nadie. La “no difusión” es la gran censura que tiene en este momento el arte.

“Hay espacios como La Nación, algunas radios, pero vemos que los medios de comunicación masiva están en otra. Antes había suplementos de diarios que hablaban de teatro y otras actividades, hoy se transformaron en Glamorama y el Wikén también se transformó en otra cosa”.

-¿Pero no puedes comparar la censura en dictadura con la situación del arte en la actualidad?

-En dictadura claro que hubo censura conciente, pero hoy es por condición: no hay espacios para difusión. Está bien que exista la farándula y todo lo demás, pero que no lo abarque todo. Acá es donde debería entrar la labor del Estado.

– ¿Cuánto de esta censura de la que hablas afecta la función creativa, la tuya y la de tus pares?

-Creo que en la creación no influye, pero sí en el objetivo del teatro. Nadie escribe un libro para guardarlo en su casa. Nadie hace una instalación plástica para que la vea la mamá. Nadie ensaya una obra tres meses para que la vean los amigos. Todo creador tiene un compromiso con el territorio donde vive, con su país. Quiere y desea que lo vea la mayor cantidad de gente posible. Si te enfrentas con que no tienes los medios de difusión, ¿cómo alguien puede entrar a una librería y pedir el libro, si no sabe que el libro existe? El problema ya no es que el libro no se edite. Si no existe difusión, no sabes que existe.

– ¿Toda la culpa la tienen los medios de comunicación?

– Antes se pensaba que los medios tenían un deber ético de difundir el espíritu del país, su cultura y creación. Si vemos que ese espíritu ético desapareció, es el Estado el que debe intervenir.

El Estado, el Estado … .

-El Consejo Nacional de la Cultura debe darse cuenta que es el encargado de difundir la creación de miles de chilenos. Por lo tanto, él deberá ser quien compre un comercial en la televisión, por ejemplo. Porque el arte no tiene medios para ese tipo de difusión

– Tú participaste en alguna de las etapas previas a la creación de la nueva institucionalidad cultural. ¿Crees que el tema de la difusión se les quedó fuera?

-Es que antes la discusión se basó en el compromiso ético de los medios de comunicación.

– ¿Pero con un poco de autocrítica, no piensas que algunos proyectos artísticos son muy individuales y no consideran al público al que van dirigidos?

-No, la expresión de un artista jamás es individual, porque el rol de la creación es en sí mismo un reflejo del imaginario donde vive. Nadie tiene una expresión individual, no existe. Cuando hablas del amor, hablas del amor de todos nosotros, no de tu amor. Por eso el arte es un patrimonio cultural. Hay gente, por ejemplo, que no puede dedicarse a componer música. Cuando alguien compone una sinfonía en Chile, no está componiendo para él, está haciendo la música de todos nosotros. El arte de hoy es la cultura de mañana de un país, y si el arte de hoy es la cultura de mercado, no existe el futuro.

– Pero hay proyectos muy abstractos, que no logran conectarse con el público

-No se trata de bueno ni malo. Lo que tiene más difusión, tiene más público y ese es el teatro de mercado, que es el más pobre artísticamente. Hoy en día la difusión tiene más peso que la calidad. La idea es que lo que tenga calidad, tenga difusión. Luego el público puede decidir si el resultado artístico no le gusta, pero para decidirlo tiene primero saber que existe. Hoy para saber que existe, no basta un afiche, que es lo que financia el Fondart.

– ¿Sientes que el trabajo que se ha hecho en temas culturales es insuficiente?

-Hay un problema grave, se están tratando de hacer cosas que fueron parte del programa de Ricardo Lagos, pero es muy lento. Creo que así como hay política de salud o de educación, también tiene que haber política cultural. Política cultural no es hacer concursos y la política que hay es hacer concursos. No. Política cultural es algo mucho más amplio, es cómo difundo el patrimonio cultural del país. Nadie en Chile conoce a un dramaturgo del siglo XIX. Cómo hago que de Arica a Punta Arenas se conozca la obra de personajes relevantes.

Hay obras mías que han estado en varios países y a Valdivia no han llegado. Eso es producto de la ausencia de política cultural. El Festival de Bogotá me paga para ir y no puedo ir a regiones en mi país. Recién el año pasado fui por primera vez, después de 20 años, a Puerto Montt. Esa es labor de una política cultural. ¿Qué sacas con financiar cinco mil proyectos de Fondart, si no los puedes transmitir al país después?

– Existe el Consejo Nacional de Cultura. ¿No te parece un buen intento?

-Para que exista una política cultural, tiene que haber presupuesto. Yo participé en la ley de creación del Consejo, pero ¿qué sacas con crear una ley para promover, difundir, si no contará con un fondo que la ejecute? Todo el mundo dice la reforma educacional vale tanto. El Plan Auge: tanto. Pero resulta que con la cultura no se dice el valor, no viene con presupuesto, sino que se dice: veámoslo. La gente que trabaja, los miembros del Consejo Nacional de Cultura, tienen que trabajar gratis. A nadie se le ocurriría pedirle a un ingeniero o un doctor que trabaje gratis. No, yo no. ¿Por qué los artistas tenemos que trabajar gratis en la estructura de las políticas culturales y además de trabajar gratis sin presupuesto para ejecutar las políticas? ¿Para qué? ¿Para dar ideas que no se pueden concretar?

– La cultura, un patrimonio

– ¿Qué problemas se producen cuando falta política cultural?

– Es un tema importante, es la base de todo. Si estamos en la era de la globalización, la única manera de defender nuestra identidad como país es a través de la cultura. Tenemos un país con un mercado totalmente abierto y la cultura es la única que puede decir: no, yo aquí tengo mi historia, mi patrimonio. Si no se protege, la cultura del país va a terminar siendo la cultura de los otros países.

– Pero ¿no ves complacencia? Algunos dicen que tenemos la cultura que merecemos, lo que la gente quiere ver

– Creo que es un problema chileno, porque somos considerados los más florecientes de América Latina, sin embargo en Argentina y Brasil la defensa de la cultura es maravillosa, ¡a todo boom!, no le vienen a vender cualquier cosa. El Teatro Municipal de Mendoza tiene cuerpo estable y miles de cosas. Nosotros tenemos teatros municipales como salas abandonadas, no tenemos cuerpo.

– Cuando no se conserva el patrimonio ¿qué riesgo se corre?

– El mayor daño es separar la historia de nuestra cultura, del patrimonio con el presente. Cortar la tradición, porque se impone la idea de que partimos de cero, pareciera que todo parte ayer y la cultura de mercado no se alimenta de la historia del país, se impone como consumo, parte todos los días. Eso es un daño patrimonial enorme.

Lo otro grave es hacer creer al público que lo que ven es arte. Eso es bien grave porque la gente sí quiere ver arte. La cultura de mercado vende un best seller y se lo vende como literatura y cuando van a ver teatro comercial, están viendo teatro. La gente que viene llegando al mundo cultural o artístico no sabe que hay otro tipo de libros u otro tipo de teatro, creen que eso es lo único. Deseduca y dice que tales cosas son de calidad cuando precisamente son las más mediocres. La televisión termina mostrándolo como “artista” y resulta que de artista no tiene ni la “a”. Reestructura el discurso a su favor, a favor del mercado, y eso es grave porque quiebra una tradición. No hay capacidad de los medios de contrarrestar eso. Para contrarrestar esta globalización necesitamos una gran política y difusión cultural”.

– ¿Y si no contrarrestamos?

– Espero que se den cuenta, hay una radiografía, la gente lo está viendo y espero que la gente tome conciencia de ello y se vayan tomando medidas poco a poco antes de que nos vayamos al despeñadero. Creo que el gran impulso de muchos jóvenes por estudiar arte: hay 22 escuelas de teatro, como 20 de bellas artes, cuando antes habían dos. Ahora existen en varias regiones

Pero eso es más bien un tema comercial, de cómo se venden las carreras…

– No, creo tiene que ver con una forma de resistencia. Antes esa energía se iba a la política y ahora ven que en el arte hay una posibilidad de expresarse, donde pueden mostrar sus ideas, pueden decir que son diferentes. Habrá un componente comercial, pero la mayoría de la gente de esta escuela (Arcis) o de otras, está interesada realmente. La mayoría de los que van a ver las obras son jóvenes. Hay un anticuerpo que está funcionando.

“Los jóvenes dicen: este cuento no lo creo. Al inicio de la carrera, en primer año, el 90% de ellos ingresó porque sienten que el arte es un lugar desde donde hablar, expresarse. Sienten que tiene otra percepción a la oficial. Es la razón para que 800 personas postulen a una escuela de teatro. Hay un requerimiento que no responde a la realidad de las necesidades del teatro, pero sí a la necesidad social. Porque es absurdo, ni París tiene 22 escuelas de teatro”.

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