LA FUERZA DE LA ORFANDAD

Sin duda toda radiografía de este instante no es una foto estática, detrás de ella se entrelazan y coexisten múltiples dimensiones de realidad que constituyen un presente.

Por un lado, visualizamos la dimensión de la cultura de mercado que nos rodea.

En este contexto, la voz del arte, esta ausente de la difusión mediática.

El personaje social y la voz del creador, ha sido reemplazada por el personaje social de la farándula, lugar predilecto del teatro de mercado.

Esta desvalorización social de las escrituras dramáticas, genera un dique que frena la presencia de nuestra dramaturgia histórica, como el de las voces de los nuevos dramaturgos, dificultando que su creación se inserte dentro de la cultura de un país.

Así el arte, por ende la escritura, se remite a un espacio de marginalidad, señalando que en realidad lo marginal del espíritu de la especie, es precisamente la cultura de mercado.

Si bien esto es un fenómeno global en Chile adquiere características de tsunami.

Sumado a lo anterior la relación arte y política sufre una profunda transformación una vez que la política partidista, se inserta como administrador de una sociedad  neo-liberal, y no el lugar de las ficciones de un mañana,  espacio que lo unía a la creación, al ser este lugar de ficciones.

Esta orfandad social del arte y la dramaturgia es precisamente hoy su gran fuerza y potencia.

Solo desde el arte podemos manifestar, lo íntimo, las relaciones profundas con el universo, nuestro planeta y el devenir del ser en su constatación de la muerte y la paradoja de la vida.

Desde ahí todo arte, es el anticuerpo a las visiones que se asumen como sólidas y valederas y nuestro lugar de resistencia.

El auge de escuelas artísticas, en nuestro territorio, se debe a que son los lugares para desarrollar expresiones, y encontrar los cauces para contener e imaginar un sentido de vida.

Hoy la figura del dramaturgo no solo se consolida, si no se extiende más allá de los límites de un oficio para elegidos.

El teatro chileno emerge como centro, es decir autónomo de los países coloniales, y los referentes de las nuevas generaciones es la escritura que los precede y a las que se enfrentan.

La muestra de dramaturgia y otros festivales y concursos nos dan cuenta de cientos de escritos dramáticos. Así también vemos emerger montajes centrados en ellos.

Más allá que estos sean obras maestras, son reflejo de que la escritura dramática surge como lugar de expresión contemporánea y la manifestación de un deseo social, de abordar los misterios de la escritura dramática.

No hay obra de texto, que no se sustente en lo que narra su palabra, potenciada  por  poéticas de espacio que le dan vida.

La creación colectiva, si bien es un empeño para reunir ideas, no se ha configurado, con relevancia, en la escritura dramática y sus textos desaparecen con el montaje que las crea.

Hay como nunca en nuestra historia, hay tantas nuevas escrituras, su continuidad en el tiempo es algo a percibir, ira en su pasión por esta, en los tropiezos para continuar ejerciendo un oficio que no será premiado en estelares, si no solo en la convicción de que este hacer, está siendo el registro de sus emociones y aportando a la construcción de la teatralidad, pero es el registro y el pensar de un existir de una época.

Sin duda es necesario que este arte se convierta en la cultura del mañana,  ya que sin su difusión y valorización. No hay opiniones ni juicios que puedan descifrarla..

La audiencia existe, ella no sabe que lo otro existe, por eso he reiterado que sin difusión no hay libertad de expresión.

Como alguien va ir a una biblioteca o librería o  a  la web a encontrar, un  autor u obra que desconoce.

La escritura nutre un arte, y las estructuras dramáticas, las narrativas espaciales que estas contengan, como la reformulación de nuestras ideas en poéticas de texto y el imaginario escénico que estas gatillan aparecen como fundamentales para el constante re elaboración del arte escénico

En los periodos de ausencia de escritura, el teatro solo puede recurrir a la imagen y al cuerpo sin voz.

Así está en los dramaturgos, responder al desafió para la consolidación artística de las nuevas escrituras, pero también de un lugar social que las acoja para permitir su crecimiento y vinculación con su entorno.

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