HERENCIAS CULTURALES Y FICCIONES

Sin duda, a todos los que participan de este seminario los mueve un interés profundo por nuestra herencia cultural, la constitución y resguardo de la memoria, tangible e intangible, no sólo como un acto nostálgico y emotivo, si no como un impulso atávico por el avenir, que nace de un sentimiento de pertenencia a una especie y a lo que esta elabora, crea y deviene.

Tenemos también, una conciencia de la muerte, como del tiempo, y percibimos que lo único que permanece y da cuenta de una historia son las creaciones del hombre, tanto las infames como las sublimes … no valorizamos las ruinas, ni los fragmentos de mármol, ni las canciones o ritos por un sentido coleccionista, sino porque sabemos que construimos herencia, somos parte de un legado y que si aquello que valorizamos en el paso por este planeta se esfuma, también se esfuma un sentido de vida, de construcción y de saber.

Entendemos nuestra responsabilidad como trasmisores de lenguajes, tradiciones y costumbres. Sabemos del pasado porque es parte de una suma de construcciones culturales precedentes de lengua, hábitat y religión. Somos presente, pasado y futuro.

Nuestro ser es el depósito de todos los patrimonios.

El sentir lo anterior nos lleva a emocionarnos de ese legado, como a sufrir, indignarnos y resignarnos al percibir la deformación o destrucción de éste. Sentimos tristezas y dolor frente al derrumbe de los signos de nuestro entorno o del olvido de nuestra historia artística, étnica, arquitectural.

Y buscamos políticas y conceptos para descifrar y sobrepasar esta emotividad.

“El tiempo todo lo borra” dicen, pero creo que más por decisiones personales, políticas, monetarias o ideológicas que reconstruyen las ficciones de una sociedad para legitimar nuevos regímenes políticos económicos.

De ahí que no es necesario frente a ustedes, ni definir o subrayar la idea de patrimonio ni todo el universo que éste contiene.

También sabemos que este concepto a veces se ha vuelto un lugar común, de candidata a reina de belleza o de discursos correctos que siempre están contra la guerra, por la libertad y a favor de la cultura.

De ahí que me centraré en algunas reflexiones. De antemano señalo que estas resonarán sin matices con el fin de subrayar algunas constataciones.

Una reiteración histórica es que el patrimonio dedicado a difundir y procurar la valorización de nuestra herencia es paradigmatizado por espíritus de época, ideológicos, religiosos y económicos para influir en los cambios de los valores y costumbres ad hoc a los regímenes que se instauran. Algo bastante inevitable.

¿Quien va definiendo lo que se debe trasmitir, guardar y qué signo o mirada reatribuimos a esa herencia y a lo que se constituye?

Nuestra propia historia señala, los quiebres, ausencias, resistencias a la continuidad de tal o cual legado.

De ahí que el concepto de patrimonio o creación se va redefiniendo a partir de quien lo lee y del régimen identitario que señala los espacios patrimoniales a valorizar, por ejemplo: lo militar frente a lo civil, o frente a la creación.

Si no, recorran nuestras avenidas y plazas y cuenten los monumentos a generales, tenientes, sargentos y almirantes para ver donde la República situó su mirada. Y constatemos la ausencia de dramaturgos, coreógrafos, artistas visuales etc.

DEMOCRACIA DEL MARKETING

Invitado a realizar un taller de creación dramatúrgica en la zona norte del país (Iquique, Arica.) debía hablar de la historia del arte escénico de nuestro país, pero en el momento que iba a señalar la primeras representaciones de la Colonia, o a los dramaturgos de la república, un rayo me impidió continuar… Indudablemente estas creaciones dramáticas y los temas a referirme no correspondían ni eran parte de ese territorio.

Lógico, en 1600 y en 1860 ese territorio no era chileno… por ende, les iba señalar una creación que no era constitutiva del patrimonio cultural de esa región. Tampoco tenía la información para señalar las creaciones dramáticas bolivianas o peruanas que ahí fueron representadas en ese período.

Esto podría ser una anécdota intelectual sujeta a investigación, pero al ver desfilar estudiantes de Arica y Calama frente a las estatuas de O’Higgins y Manuel Rodríguez, percibí la ficción completa de la herencia… Claro, Iquique no fue liberada por estos próceres ni Calama o Mejillones por Manuel Rodríguez. Entonces, ¿por qué desfilaban frente a estos libertadores y desconocían a los proceres de su territorio; Sucre, San Martín o Bolívar?

Pero a estas historias omitidas se les sumaban trescientos años de Colonia que tampoco les correspondían. Se les enseñaba sobre gobernadores y capitanes generales de una capitanía cuando esa zona había sido parte de un virreinato.

Todo un territorio donde se les reconstruye ficcionalmente su pasado.

¿Alguna política de patrimonio histórico cultural en algún instante cambiará los monumentos de esas plazas o los libros educacionales para restituir la verdad histórica a esa parte del país? Lo dudo.

Al señalar lo anterior, los participantes del taller quedaron atónitos. El no haber pensado desde su propio lugar la tergiversación de una herencia… y las implicancias de ésta para nutrir una identidad y un imaginario presente, que provocaron el borrar una memoria histórica,.

A nadie se le ocurriría negar por “patriotismo”que flandes, era de  españa, bajo Carlos V o francesa bajo Napoleón..

Esto es para continuar con la reflexión de cómo estructuramos y le damos sentido a la herencia de un territorio, se plasma, se valoriza y se le da continuidad.

Es claro que la cultura y el arte son esencias de nuestra identidad. Así como la creación, no como una manifestación hedonista del imaginario, si no como registro de un ser y sentir a través del tiempo. Como un registro de quienes fuimos y soñamos.

Subrayando, que  la defensa del arte hoy  es porque constituirá la cultura del mañana.

Y el conocimiento y resguardo de la cultura del ayer… es parte innegable de un cuerpo que nos habita.

La herencia existe sólo cuando sabemos de ella, cuando nos sentimos parte porque nos genera los referentes de un existir.

¿Pero quién constituye o reniega de la tradición según los instantes históricos que vive?

El nazismo reelaboró los conceptos patrimoniales de los alemanes. Franco inculcó o subrayó otros.

El régimen militar valorizó a las fuerza armadas, como lugar de nacimiento de la identidad y la nación y culturalmente elaboró una política cultural a partir de subrayar la cultura de mercado y sus personajes de farándula… el discurso sin crítica, sin mirada, el personaje que irrumpe sin historia o trayectoria como referente del nuevo personaje social.

Hoy vemos como esa política cultural es la que arrasa y triunfa en nuestros medios de comunicación.

Así se instaura la cultura de mercado como patrimonio, y un tipo de expresión se re- significa como arte eliminando su condición de mercado.

He señalado que no hay libertad de expresión hoy en día sin difusión. Podemos generar muchos fondos destinados a financiar la creación, pero si estos creadores, que felizmente son muchos, no tienen las formas para difundirse no sabremos de tal instalación o de una representación, ni menos podremos pedir un libro que no sabemos que existe. Sin embargo, constatamos que cuando el arte recibe una mínima difusión la respuesta de los habitantes es amplia y generosa.

Se ha dejado a los medios de comunicación como los responsables éticos de difundir el arte y nuestro patrimonio, pero hoy vemos que nuestros medios sólo difunden la cultura global de mercado, estableciendo una identidad mediática, que se constituye en una memoria propia, que se encarga de reafirmar y auto difundirse.

Así se reelaboran los conceptos de identidad. Sin duda la cultura de mercado es un fenómeno global pero en ningún país latinoamericano adquiere la fuerza y la presencia de constituirse en una forma cultural donde pareciera que la historia de los medios, es la historia esencial de un país.

Si bien es un tema amplio y complejo se enreda cuando la clase política centra su existencia a través de lo mediático y se entrega a la democracia del marketing.

Lo anterior no es apocalíptico. Sabemos que los individuos y las nuevas generaciones buscan y elaboran otros cauces, pero también hay que elaborar políticas sólidas financiadas para mantener vivas las otras voces y herencias, y percibir que la política de privatización de privatización de la cultura en curso, es tan denigrante como la privatización de aquello que tambien nos hace existir, el agua.

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